“De los supuestos a las realidades: un reto para la democracia
En el espacio de Radio UAQ, junto al Maestro Adolfo Diez Piñeiro, analizamos la reciente declaración del expresidente Ernesto Zedillo, quien en entrevista con un medio español aseguró que “la democracia en México ha muerto”. Según él, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, con apoyo de la presidenta Claudia Sheinbaum, habría destruido los contrapesos institucionales —el Poder Judicial y organismos autónomos como el INE o el TEPJF— para construir un “golpe de Estado silencioso”.
La pregunta es inevitable: ¿estamos frente a una información sustentada o ante una simple suposición?
Para responder, propongo un ejercicio crítico basado en un checklist:
1. ¿Quién lo dice?
Un expresidente que proviene de una corriente política contraria a la actual y de un partido en decadencia. Zedillo, designado tras el magnicidio de Luis Donaldo Colosio, dejó huella por decisiones como la devaluación del peso, el rescate bancario vía Fobaproa y la manipulación de ternas de jueces a modo en un Congreso dominado por el PRI.
2. ¿Es confiable?
Su ascenso al poder no fue resultado de una elección competitiva, sino de un dedazo, lo que marcó su legitimidad.
3. ¿Es verificable lo que afirma?
No existe un documento ni dato objetivo que confirme que López Obrador “destruyó” los contrapesos. Si la crítica se dirige a la reforma del Poder Judicial, conviene recordar que Zedillo impuso ministros por designación, mientras que hoy se propuso abrir el proceso al voto ciudadano. La elección inédita de jueces tuvo una participación del 13%. Puede parecer baja, pero si se contrasta con la media histórica de 40% en intermedias y 60% en presidenciales, no resulta un mal inicio.
4. ¿Lenguaje neutral o manipulador?
Frases como “la democracia murió” o “golpe de Estado silencioso” buscan generar alarma, no explicar. Apelan más a la emoción que a la razón.
5. ¿Qué dicen otros medios y especialistas?
Algunos reconocen que Zedillo alerta sobre riesgos reales a la división de poderes.
Otros cuestionan su autoridad moral, recordando su propio historial económico y político.
Analistas advierten que ese tipo de declaraciones tienden a polarizar más que a construir diálogo.
El debate de fondo sigue abierto: ¿la reforma judicial democratiza la justicia, como sostiene Sheinbaum, o la politiza, como temen sus críticos?
6. ¿Qué efectos tuvo?
Lejos de generar un movimiento social o político, la declaración de Zedillo pasó sin mayor impacto. Ni su figura ni el PRI tienen hoy la fuerza para convertir esas palabras en agenda nacional.
Bajo este análisis, lo de Zedillo es una opinión personal disfrazada de diagnóstico nacional. No está respaldada por datos ni documentos, y carece de la autoridad moral necesaria para convertirse en verdad pública.
Este mismo ejercicio se puede aplicar a otras afirmaciones que circulan en el debate político. Pienso, por ejemplo, en el constante señalamiento de que el gobierno de Claudia Sheinbaum es un narcoestado. El caso del llamado Huachicol Fiscal involucró a unas decenas de personas de la Secretaría de Marina y de la administración pública. Pero si en el gobierno federal y las Fuerzas Armadas trabajan millones de personas, estamos hablando de un porcentaje mínimo que no alcanza ni al 1%. Otra vez: suposición más que realidad.
La desinformación se alimenta de frases escandalosas, sin respaldo, que buscan instalar miedo o desconfianza. Frente a ello, necesitamos análisis, contraste y método. Preguntarnos siempre: ¿quién lo dice?, ¿es verificable?, ¿se usan palabras neutrales?, ¿qué opinan otros medios?, ¿qué efectos tiene en la sociedad?
Solo así podremos desvanecer la infodemia y contribuir a construir un debate público más justo y responsable.
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