¿De quien es Lele?

La apropiación cultural de una muñeca otomí que se convirtió en símbolo oficial, pero dejó fuera a sus verdaderos creadores.

Por Mateo Hernández Guzmán / Estudiante 8vo Semestre de Etnologia de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

 

En Querétaro, la muñeca Lele está en todas partes: en llaveros, camisetas, eventos turísticos, anuncios oficiales. Para muchos, es símbolo de orgullo. Pero, detrás de su sonrisa colorida, late una historia incómoda: la apropiación cultural por parte del propio gobierno estatal.

 

A partir de observar la ciudad y sus dinámicas —desde los eventos oficiales hasta los desalojos de vendedores indígenas en el centro histórico— surge una pregunta clave: ¿Cómo se apropiaron del legado otomí para construir una imagen oficial que, paradójicamente, excluye a sus propios creadores?

 

El Estado y la apropiación cultural

La apropiación cultural, según diversos investigadores, ocurre cuando un grupo ajeno toma elementos de otra cultura, despojándolos de su significado original y cambiando la lectura cultural para sus propios fines. En el caso de Querétaro, el fenómeno se muestra claro: Lele fue declarada patrimonio cultural en 2018, registrada como marca en el IMPI, y promovida en eventos oficiales y privados.

 

Pero la historia de Lele viene de mucho antes: su origen está en Amealco, en el corazón otomí, donde las muñecas eran parte de antiguos rituales prehispánicos. Con el tiempo, las técnicas y simbolismos evolucionaron, pero siempre bajo la identidad de un pueblo que ahora, irónicamente, es desplazado en su propia representación.

 

Las políticas públicas de Querétaro parecen responder más a una lógica de control cultural, como advierte Guillermo Bonfil Batalla: el Estado selecciona qué símbolos preserva, cuáles explota y cuáles invisibiliza. Así, mientras la imagen de Lele viaja a Londres o Moscú como embajadora cultural, los artesanos otomíes son desalojados de plazas y calles donde venden su trabajo.

La muñeca Lele: ¿Patrimonio o marca registrada?

Para entender mejor esta apropiación, se consultó a funcionarios clave.

Gynueth Hernández, auxiliar de la Secretaría de Cultura, ve en Lele «un símbolo de historia y tradición», y respalda que el gobierno la haya registrado, argumentando que «llevar un fragmento de Querétaro al mundo» ayuda a fortalecer su identidad cultural. Según ella, la muñeca no solo representa arte, sino también valores de unión, esperanza y diversidad.

Por otro lado, Santiago Nieto, director del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), confirmó vía telefónica que Lele está registrada como indicación geográfica, no solo como marca. Su intención, explica, es proteger la herencia otomí de plagios como el que sufrió Tenango de Doria con los bordados usados por diseñadoras internacionales. Sin embargo, reconoce que 17 dependencias estatales usan la imagen de Lele como logotipo y que el estado debe retribuir a los artesanos para no caer en una explotación injusta.

La muñeca, señala Nieto, es más una artesanía que un juguete. Aunque cumple con darle visibilidad a Querétaro, también plantea que hay debate sobre quién realmente se beneficia de su éxito comercial.

La voz de la ciudadanía

Para saber qué piensa la gente, se realizaron encuestas en Santiago de Querétaro. La mayoría reconoce a Lele como un símbolo de identidad y tradición; sin embargo, también hay quienes la ven como un emblema mercantilizado y prostituido por el Estado.

Algunos participantes mostraron preocupación por el abuso de su imagen en eventos de moda, en productos comerciales sin relación directa con los pueblos originarios, y sobre todo, por la ironía de que mientras se promueve fuera del estado, se restringe su venta a los propios artesanos en espacios públicos.

Más de la mitad de los encuestados sabían que la muñeca está registrada como marca oficial, pero no todos comprendían las implicaciones: una apropiación legal que, bajo la apariencia de reconocimiento, desplaza a los creadores del símbolo.

Una identidad apropiada

Hoy, Lele es sinónimo de Querétaro, pero a costa de un silenciamiento: los rostros otomíes detrás de cada puntada rara vez aparecen en los eventos oficiales. La apropiación cultural, lejos de ser un fenómeno lejano o accidental, se configura como una estrategia de control sobre qué se muestra, qué se vende y quiénes cuentan la historia.

Mientras las grandes muñecas sonríen en exposiciones internacionales, en los callejones del centro histórico los artesanos siguen enfrentando desalojos, ignorados en la narrativa oficial.

  1. La identidad cultural queretana, se construye y difunde… pero no con equidad, no siempre para todos.

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