Ricardo Astudillo: Doble Moral y el Futuro del Partido Verde en Querétaro
La congruencia en la política es un valor cada vez más escaso, y el caso de Ricardo Astudillo Suárez, diputado Federal de Querétaro y eterno dirigente del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en la entidad, es un ejemplo claro de esta falta de coherencia. En redes sociales, Astudillo se presenta como un ferviente aliado de Claudia Sheinbaum y la Cuarta Transformación, pero en los hechos, dentro de la LXI Legislatura de Querétaro, su partido ha votado en contra de la alianza con Morena y la 4T, lo que pone en entredicho su supuesto apoyo incondicional.
Un episodio reciente ilustra esta contradicción: la votación sobre la conformación de las comisiones legislativas. En este proceso, los diputados locales del PVEM en Querétaro decidieron ir por una ruta distinta a la que marca la 4T, lo que refuerza la sospecha de que el respaldo de Astudillo a Sheinbaum es más un gesto político que una acción concreta. A esto se suma su ausencia en eventos y manifestaciones organizadas por los grupos afines a la 4T en el estado, lo que refuerza la percepción de su desinterés por consolidar esta alianza en lo local.
El poder de Astudillo dentro del PVEM en Querétaro es un secreto a voces en los círculos políticos. Su permanencia en la dirigencia estatal ha sido prolongada y su influencia es tal que ya se le menciona como el virtual candidato de su partido a la gubernatura en 2027. Sin embargo, si tiene aspiraciones reales de competir, primero tendrá que responder por las fracturas internas que ha dejado en su camino, producto de estrategias políticas enfocadas en la colocación de sus propias piezas dentro y fuera del partido.
Uno de los episodios que podría poner en riesgo su carrera política es la acusación de violencia política en razón de género que en 2021 hizo en su contra Katia Reséndiz Jaime, ex candidata a la gubernatura por el PVEM. Según Reséndiz, Astudillo no solo obstaculizó su participación dentro del partido, sino que ejerció prácticas antidemocráticas para mantener su control sobre la institución a nivel estatal. Estas declaraciones no han sido aclaradas a cabalidad por el diputado, quien ha evitado responder preguntas sobre el tema e incluso ha rechazado entrevistas para discutir su posición.
Otro caso relevante es el de Wendy Barrera Álvarez, quien en 2021 anunció su decisión de impugnar la sentencia de la Sala Regional Monterrey del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), en busca de que se le devolviera la diputación plurinominal que le fue otorgada a Ricardo Astudillo Suárez. Barrera Álvarez acusó al presidente del Comité Estatal del PVEM de haberla utilizado políticamente, ya que le aseguró que ocuparía el primer lugar en la lista de diputaciones plurinominales, lo que la llevaría a formar parte del Congreso local. Sin embargo, según sus declaraciones, nunca se le informó que su posición en la lista dependía de que Astudillo lograra revertir la obligación de que una mujer encabezara la lista.
Barrera Álvarez denunció que nunca fue notificada sobre el proceso legal que Astudillo llevó ante los tribunales electorales ni sobre la resolución final de la Sala Regional del TEPJF. En sus palabras, lo que vivió no solo fue violencia política, sino también violencia de género, al haber sido relegada sin información y sin oportunidad de defender su posición. Esta situación refuerza la percepción de que Astudillo utiliza su poder dentro del partido para beneficio propio, sin considerar los derechos de otros militantes.
Si Ricardo Astudillo realmente quiere proyectarse como una figura política de mayor alcance, debe empezar por resolver las cuentas pendientes que arrastra. La política de simulación tarde o temprano pasa factura, y en un escenario donde la congruencia es cada vez más demandada por la ciudadanía, el doble discurso puede convertirse en su mayor obstáculo.
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